jueves, 3 de mayo de 2012

Despedida en ATENAS

El paseo por Atenas fue en cuotas. Primer día, recién bajados del avión que nos traía de París, y con apenas unas horitas de sueño en un asiento del aerodromio (aeropuerto), nos tomamos un tren, que después se hace subte, hacia la mismísima Acrópolis. El subte es nuevito, y la voz que anuncia las estaciones, tiene la amabilidad de hacerlo en griego y en inglés.  Al salir del transporte subterráneo, todavía con la ropa que nos cubría del frío parisino, nos dimos cuenta que estábamos con la vestimenta equivocada. Esa remera negra de manga larga que yo tenía puesta, sin dudas no tenía nada que hacer en ese clima. El polar y la campera fueron a parar a la mochila, y me resistí a desmontar los pantalones diseñados para tal fin. Dimos un par de vueltas buscando la entrada, pero la solución era muy fácil, seguir a la manada de turistas. La Acrópolis, lugar dónde se encuentra el Partenón, está allí arriba. Por supuesto que hay que subir, y entre las piedras , el sol de la mañana, y el amontonamiento de turistas, cómo maldije mi remera negra y mi vestimenta inadecuada. El Partenón está buenísimo. Me molestan un poco esas grúas que le pusieron para restaurarlo, pero bueno. También visitamos el Ágora, y un par de templos que tienen miles y miles de años. Qué increíbles estos tipos, cómo hacían para montar esas columnas, tallar esos dioses en mármol, esas vasijas del 700 antes de Cristo, cómo hacían para soportar este calor. Claro, con razón usaban esas sandalias, y esas túnicas blancas cruzaditas, ahora entiendo todo.
De lejos se ve el teatro de Dionisio, y el Templo de Zeus. Y caminamos unas cuadritas por Plaka, que es muy pintoresco, y es donde nos hospedaremos cuando volvamos. Se hace casi el mediodía y hay que volver al aeropuerto para tomar el otro avión (que será una avioneta) que nos deja en Mikonos. (esta es la parte donde hay que leer el post de Mykonos).
De Mykonos a Atenas volvimos en ferry, un barco enorme, que carga cientos de personas, colectivos, autos, camiones con acoplado, y un grupo de adolescentes que se merecían ser arrojados por la borda. Mientras el ferry se mece, cabeceamos sin poder dormirnos, ya que la clase económica va sentada en sillitas alrededor de mesitas. No nos queda otra que comer hamburguesas. A Damián los viajes le dan ansiedad, así que, todo lo que no come el resto de los días, se lo va comiendo mientras espera en el aeropuerto, o viaja en ferry, como hoy que se morfó dos hamburguesas con panceta y queso. Y unas galletitas. Y un café. Yo he sido beneficiada con ponerme al día con todo lo atrasado en el blog, mientras veo a Dami cabecear y dormirse un ratito, al compás de la digestión de semejante ingesta grasa.
Hablan por parlante y la gente se inquieta. Como todavía no hablo griego, tenemos que esperar la versión en inglés para inquietarnos nosotros también. Necesitan un médico, y en la mismísima tierra de Hipócrates, hacedor de mi juramento, no me puedo hacer la distraída, entonces allí voy. Me presento y ofrezco mi ayuda. “I´m a doctor, is there anything  you need?”. Por suerte parce que había un médico que hablaba griego y entendió antes que yo, así que agradecieron mi  ayuda, pero no. Qué tranquilidad, me voy a terminar el blog. Más tranquilidad cuando, una hora más tarde, anuncian por parlante solamente en griego, que el ferry desviaría su trayectoria debido a que un paciente tendría que ser hospitalizado en el puerto más cercano. Qué felicidad no hacerme cargo de ese caño! Qué felicidad no tener que tomar la decisión de desviar el trayecto de semejante cosa con esa cantidad de pasajeros a bordo. Qué felicidad no ser médico por un rato.
Llegamos al puerto de Piraeus, y compartimos el viaje en subte hacia Plaka con una neozelandesa que no quería perderse. Ahí me entero que Nueva Zelandia no es Australia. Cuántas cosas aprendí en este viaje. También aprendí que su acento es una mierda porque le entendí la mitad de las cosas.
El hostel es hermoso, y está ubicado en el mejor barrio de Atenas. Rodeado de tabernas, y negocios que venden souvenirs hasta las 11 de la noche. El clima es ideal para caminar y disfrutar la vista, y para comer una mousaka típica porque estamos muertos de hambre. Al día siguiente es domingo, y aprovechamos para conocer el mercadito. Está poblado de gente que vende antigüedades, hay de todo!! Casi nada de nuestro gusto porque más que antigüedades hay cosas viejas. Nos llama la atención la cantidad de puestos y negocios que venden ropa y artículos militares. También pasamos por el Parlamento, y conocimos a sus guardias de honor, que no sabría cómo se llaman, pero tienen unos uniformes muy curiosos, y una marcha que se asemeja a la de un pelícano. Pasen y vean:  http://www.youtube.com/watch?v=eE9xRP4IyHk (video choreado de youtube porque a mí no me gusta filmar con la cámara de fotos). Además visitamos el primer estadio donde se jugaron los juegos olímpicos, obviamente restaurado. En ese mismo momento desembarcó de su micro una manada de japoneses con sus super cámaras fotográficas y huímos.
Al día siguiente, previo desayuno hipercalórico en Starbucks coffee (que abunda en el país que se te ocurra), emprendimos el  largo retorno a casa. La hora de la verdad, el pesaje final del equipaje, mientras el vuelo se demora una hora. 300 gramos nos separan de tener que despachar la valija de mano también: 9.700 kg de compras en el extranjero, (y un poquito más distribuidos en las mochilas). Con razón odio esa valijita con ruedas. Alguien dice que por suerte volvemos, que no tendremos que arrastrar más el equipaje. Le contesto que arrastrar el mismo peso en bolsas de hacer las compras no me satisface ni un poco. Pobre, quería consolarse pero no la ayudé. La pasada por la oficina de aduana para recuperar el dinero de los impuestos (tax free, que le llaman) no fue ni un poco placentera. Si laburás en el aeropuerto de Grecia, ponete media pila y aprendete tres o cuatro palabras en inglés, pensaba cuando trataba de explicarle nuestras intenciones de hacer el trámite a la empleada de aduana. Nos sella los tickets y nos manda a la …. “yellow box”. Que era prácticamente como mandarnos a la mierda, porque no había ninguna caja amarilla en ese lugar. Amarillo era el stand de informaciones, y ahí no era. Amarillo era el correo, donde me putearon en griego porque no supe cómo pegar las estampillas. Claramente me putearon eh, no lo inventé yo.
Un tren, dos aviones y casi 20 hs de agonía nos separaban de Buenos Aires, quien un primero de mayo, nos recibe con una cola en migraciones, desordenada, desbandada, demorada, bien argentina. En un plasma, mientras tanto, y a modo de tortura, se proyectan propagandas oficialistas sobre la ley de inmigración. Minutos más tarde, pasábamos por la aduana con cara de póker, y una cámara de fotos que a la ida no existía. Y de repente, el regreso vale la pena cuando, al abrir la puerta de la camioneta, se asoma Olivia con su  cabellera de rulos descontrolados y una sonrisa que le desborda los cachetes. Volvimos, estoy feliz.


domingo, 29 de abril de 2012

Un descanso en MYKONOS


Esto de comprar vuelos low cost (o de bajo costo) puede ser un arma de doble filo. En nuestro caso, compramos un vuelo París-Atenas-Mikonos. Con la mala suerte que llegaba a Atenas a las 2 de la mañana, y ese segundo avión que nos tomaríamos a las 7 lo reprogramaron para las 5 de la tarde, sin posibilidades de cambiarlo o de devolvernos el dinero. Malas noticias, no solamente dormiríamos en el aeropuerto, sino que tendríamos que correr todo el cronograma un día, desaprovechando un día entero en Atenas.
Llegamos puntualmente al semidesértico aeropuerto de Atenas y buscamos un rincón para dormir en unos asientos. Estábamos tan cansados de la noche anterior (esa maldita gotera parisina) y sin dormir en este vuelo, que seguramente caeríamos rendidos por unas horas. Si no fuera por ese alto parlante con anuncios constantes incomprensibles, que se repiten y repiten en forma intermitente, no sé para quién, porque casi nadie circulaba. Y la música tan fuerte, de nuevo, para quién. Así que dormir fue casi imposible. En los asientos de al lado, había una vieja durmiendo desde antes que nosotros, que jamás cambió de posición ni levantó la cabeza ni siquiera para ver qué hora sería. Y nos fuimos, y seguía durmiendo. Hoy me pregunto si estaría viva. Se ve que ese día estaba tan cansada que ni  me importó dormir al lado de un cadáver.
Acostumbrados a no desperdiciar las horas, dejamos la valija de mano en consigna (nuestro equipaje iba directo a Mykonos, qué miedo), averiguamos cómo tomar el subte hacia la Acrópolis, y previo café con leche, partimos hacia la antigua Grecia. Por suerte todos hablan inglés. Por suerte nosotros hablamos inglés, porque el griego es imposible. Ni siquiera se puede leer un cartel! El subte también es bilingüe, y anuncia las estaciones. De repente nos damos cuenta que el alto parlante, durante toda la noche taladrando nuestro inconsciente, nos impregnó una palabra: Parakalov, que significa por favor. Pregunté cómo se dice “gracias”, pero no me sale.
Elija su propia aventura: si desea conocer nuestra experiencia en Atenas, diríjase al próximo post. Si desea conocer los placeres de Mykonos, lea a continuación.
Continúo comentando que volvimos hacia el subte para seguir germinando en el aeropuerto de Atenas, que de todos los aeropuertos que conocimos, es el único que ofrece wifi gratis. Aleluya.
Por fin abordamos nuestra avioneta, porque no entraba en la categoría de avión. Faltaba Guilligan. Era un avioncito a hélice, que nos trasladó hasta el aeropuerto de Mykonos en 25 minutos. Esperar 12 hs para esto por favor!! Me decían e iba nadando! Allí nos recoge un transfer con un cartelito “Paradise Beach Camping”. Primera vez que me van a buscar con un cartelito, qué emoción. Este es un camping con cabañitas, búngalos, de todo. Recién está empezando la temporada, así que no se hospeda casi nadie, hasta el último día, que empieza a llegar más gente. Parece que esto en verano explota. Fiesta fiesta me dijeron. Yo de fiesta no sé nada, lo único que necesitaba era un baño, comida, y dormir. Al otro día estábamos renovados. Por fin sol, cielo despejado, y calor. Por fin pudieron amputarme la campera y las zapatillas, que todavía están mojadas de tanta lluvia. Por fin el oscio y el relax se avecinan. Y el desayuno en la playa mirando el mar. Vacaciones!!
Myconos es el paraíso gay por excelencia. Y que los hay, los hay. Y aunque es temporada baja, también está el típico grupito de pendejos yanquis, que a los gritos, destapan cervezas y se zambullen el el mar congelado, también a los gritos. Las chicas hacen topless, pero no cualquier chica, sólo las que están buenas. Hay brasileros, hay gallegos, y montones de argentinos. Pero a ninguno lo vi tomando mate, porque justo en Mykonos, nos tomamos el último culito de yerba, y también nos enteramos en Bs.As. tampoco hay. Qué paradoja. Igual le entramos al café, parece que acá es muy típico el café expresso frío porque todos lo toman, como nosotros al tereré.
Un rato de playa y Damián ya se aburre. Tarde me di cuenta que podría haberle enchufado un benadryl en el desayuno. Pero preferimos tomar el último colectivo de la tarde que va hasta el pueblo. Hermoso! Todas las casitas conservan el estilo, blancas y con marcos y barandas celestes. Callecitas irregulares, negocios, bares que se ponen hermosos al atardecer, y lugares para degustar todo tipo de comidas y frutos de mar (puaj). Hay un lugar típico que llaman “la pequeña Venecia”. Si ve las fotos, no hace falta explicar por qué. Frente a este lugar se ven los mejores atardeceres del mundo. No sé cómo serán en todo el mundo, pero éste fue deslumbrante. Caído el sol, buscamos un lugar de comidas típicas y precios relativamente accesibles para cena. Recomiendo la Musaka, que es como un pastel de papa, pero nada que ver, porque tiene berenjenas, carne de cordero, y bechamel. También probamos gyros, que son como fajitas pero la masa es distinta. A todo le ponen ese tzatziki, que es como un yogur, o queso blanco,no sé, pero no nos fascinó. Y también le dimos a un postre, que es como un budín de pan, con canela…mmmm! El salchipapas que cenamos otro día no parecía muy típico del lugar, pero estaba buenísimo. Una curiosidad: hay gatos por todos lados.
Sigue llegando gente para empezar la temporada de verano. Ya nos sacamos la humedad, tomamos solcito y reposamos dos días. Es hora de tomar nuestro ferry que nos llevará a pasar nuestras últimas horas en Atenas. De noche ya sueño con el trabajo, la familia y los amigos, señal de que me estoy conectando con lo que viene.



Bonjour PARIS!


En menos de lo que tarda un micro de Bs. As. a Mar del Plata, estamos en otro país completamente diferente. París también nos recibe con lluvia, y así es como se va a quedar los próximos 5 días.
Llegar a la estación de tren de cualquier país siempre es un cambio, y esta vez no es la excepción. Creo que nos imaginábamos la estación de otra forma, más moderna, más ordenada. Sin embargo, en el período de tiempo que Damián merodeó por la estación tratando de recuperar el cuchillo despachado, nosotros 3 esperamos en un rinconcito, atormentados por el idioma, mientras recibíamos pedidos de todo tipo, que suponemos, era plata. “Ye ne comprepá”, una de las 3 frases que me había estudiado a la perfección para estos casos. A los chinos siempre les funciona en el supermercado. “No entiendo” es universal, y para mí significa “no te doy bola”, entre otras cosas.
Despacho recuperado, intentamos comprar los boletos de metro, no quiero ser reiterativa pero, en estos países, los aeropuertos y las estaciones están conectados con el centro de la ciudad. No era tan difícil de planificar cuando hicieron los aeropuertos  parece…. Ahí  va otra frase: “parle vu anglá?”.”No, pero hablo español”. Y a partir de ahí, nuestro sueño se hizo realidad. Los franceses hablan español.
Rápido, rápido nos fuimos hasta el departamento que habíamos alquilado. Es el día de hoy que sigo asombrada de lo orientado que está mi marido. Tiene un google maps en el cerebro, que se actualiza con cada conexión a internet. Llegamos y nos recibe Menhi, o como se escriba, y a subir 5 pisos. Por escalera. Con equipaje, por supuesto. Disnea clase funcional 4 le llamamos Bren y yo. No puedo respirar, le llamaría el resto. Las escaleras son angostas, viejas como todo el edificio, o más. El departamento es el del último piso. Y su superficie total sería comparable a la del bañito que hay en mi casa, debajo de la escalera. Las fotos de internet son una engaña pichanga, diría Damián, ya que la habitación de arriba, es un entrepiso donde hay un colchón en el piso, y hay que entrar agachado. No apto para claustrofóbicos, ni para Bren que le tiene pánico a los bichos. El ambiente principal es la habitación-cocina-living-mini baño. Bueno, no importa, la ubicación es óptima y no pensamos cocinar. Largamos los bártulos y salimos a caminar, deslumbrados por un atmósfera totalmente distinta de la que veníamos. París tiene una onda impresionante. Florerías, verdulerías lindas!! Donde se ha visto una verdulería linda en Buenos Aires? Vean las fotos y opinen. Y esas panaderías, por Dios y la Virrrrgen las cosas que tienen!! En París nos pusimos un par de kilos de más, es todo tan rico y tentador. Y encima llueve, hace frío, y llueve más al día siguiente.
Qué hace uno cuando llega a vacacionar a la playa? Se pone las ojotas y se va a la playa. Bueno, nosotros partimos rumbo a la Torre Eiffel, qué mejor bienvenida a París que esta. En el trayecto, hicimos un recorrido fotográfico por el Pont Neuf, por el  barrio Saint Germain, por los cafés donde se juntaban escritores importantes y los lugares que describía Cortázar, mi amiga es una experta en la materia y no le dan las piernas para ir de un lugar a otro de tanta emoción.
En el camino, nos topamos un el mejor baño público que hemos visto hasta ahora, y considero que es inmejorable. Un baño al que se accede tocando un botón, se cierra la puerta, y una voz de dama comienza a hablar en francés, supongo que dando instrucciones de algo que, a esta altura del partido, sabemos de memoria cómo hacer. Uno se aleja del inodoro, elije cuán caudaloso debería ser el desagote del inodoro (de acuerdo a lo depositado por uno, se entiende), se acerca al lavatorio donde, extendiendo las manos, éste le proporciona jabón y agua, y luego aire caliente para secado. Al presionar un botón, se abre la puerta, que se cierra cuando uno sale, para que se lave todo el baño y pueda entrar el siguiente. Dios bendiga a París por instalarlos, y a la señora que nos explicó cómo se entraba. A propósito de esta señora, debo decir que también nos llevamos una grata sorpresa con la gente con la que nos cruzamos. Nos habían advertido que los parisinos eran mala onda y poco amables, pero no hubo un solo día en los que nos hayan visto parados en una esquina con un mapa y no nos hayan preguntado dónde queríamos ir.
Chaparrones de por medio, pasamos por el Puente Alexander III, Les Invalides, los Jardines de Tuileries, y mientras de lejos vemos al museo del Louvre y la Iglesia de Notre Dame, ahí en frente tenemos la torre! Ahora sí, a subir los cientos de escalones para acceder a una de las mejores vistas de París, aprovechamos que salió el sol para sacar unas cuantas fotos, en las que salimos un poco despeinados por el chiflete que corre ahí arriba.
Al día siguiente, tomamos el tren a Versailles para visitar el Palacio y sus hermosos jardines. Diríjase al álbum de fotos e imagine cuán bellos serían sin esos nubarrones negros constantemente amenazantes alrededor. El Palacio, por dentro, es divinamente ostentoso. Como todos los palacios que visitamos hasta ahora, tiene una sala para cada cosa. Mientras caminamos, nos preguntamos cuántos sirvientes tendrían, cómo harían para encontrarse sin intercomunicador en las habitaciones, y cosas útiles de ese estilo. Tuvimos que pagar entrada a los jardines, que habitualmente no se paga, pero con la suerte de presenciar el show de aguas danzantes, que esperamos más de una hora que empiece…nada comparado con la Fuente Mágica de Barcelona que , usted, lector frecuente, recordará de post anteriores. Basta de soportar este frío, nos tomamos el tren de regreso para subir al Arco del Triunfo, y luego caminar por Champs Elysées, una emblemática avenida parisina llena de comercios  (de los famosos y caros), qué lugar tan top!.
Caminar por París es un placer, pero siento que tengo las piernas cortas al lado de las de mis compañeros, porque ya me llevan una cuadra, y justo estos días me agarró una contractura muscular en el tórax que de a ratos no me deja respirar. Creo que todo empezó cuando corrimos con el equipaje por el aeropuerto de Londres. Qué suerte que Darío hace unos masajes fabulosos, en pocos días, estoy casi curada.
También visitamos las Catacumbas de París, porque parece que toda la ciudad tiene túneles y catacumbas por debajo. Son del 1700 o antes, y resulta que ahí ponían a los muertos de la guerra, y de la peste porque parece que largaban olor. Un tiempo después, se pusieron a “organizar” los cadáveres, y bueno, quedó así. El recorrido es super interesante, y no apto para claustrofóbicos. De este espacio cerrado pasamos a otro totalmente abierto, los Jardines de Luxemburgo, luego de donde hacemos un stop para comernos un crep calentito para paliar el hambre y el fresquete.
Ya estamos listos para subir escaleras. Me corrijo diciendo que los demás están listos, yo simplemente, voy a sacar unas fotitos con el poco aliento  que me queda, a Notre Dame.  Y después, a bajar a las criptas arqueológicas. Y después a Saint Chapelle (que tiene unos vitreaux espectaculares!!), a la Consergerie, que para que vean que por lo menos leí los cartelitos, les cuento que era una antigua prisión en la época de la Revolución francesa, donde estuvo presa María Antonieta antes de ser decapitada. Qué copados los franceses en ese entonces.
El museo del Louvre, gigantesco, famosísimo desde antes de salir en esa peli (El código Da Vinci), nos abre sus puertas después de ca…. de frío un rato en la entrada. Elegimos dos o tres cosas que deseamos conocer, tal como sugieren las guías, ya que es inmenso comparado al tiempo que nos queda en París . Elegimos ver lo más divertido y lo más famoso. Qué frívolos. Así que visitamos las salas de Egipto y Grecia, la Venus (esa que no tiene brazos) algunas pinturas de artistas conocidos, como por ejemplo, La Mona Lisa, que la reconocimos porque siempre está rodeada de un tumultuoso grupo de japoneses sacando fotos. Justito en frente, hay una pintura gigantesca: las Bodas de Caná, no sé por qué a la Gioconda le dan más bola. Damián fue el único que quiso escabullirse en el tumulto oriental para sacarle una foto, y cuando volvió dijo “Te hipnotiza”. Qué miedo.
Después fuimos a Montmartre, que está como en una colina, y supuestamente tiene varias cosas para ver. Digo supuestamente porque era tanto tanto lo que diluviaba, que no pudimos hacer mucho más que almorzar en un barcito, entrar a la Iglesia de Sacre Coeur, obviar el paseo de compras por los mercados y negocios de souvenirs (ufa!!), y hacer una pequeña recorrida por los sex shops, previa foto en el Moulin Rouge. Una mañana casi perdida, y de mal humor, que no mejoró demasiado como el clima, cuando caminamos por la zona de las Galerías Lafayete, e hicimos una pequeña escala en Decathlón en busca de algunas ofertas.
Cena de lujo en la casa de Dorothée!! Dorothee es la hermana de Philippe, uno de nuestros huéspedes en Buenos Aires el verano pasado. Nos hizo una invitación irresistible: una cena con quesos y vinos franceses. Era lo que estábamos necesitando, rica comida, ricos vinos, y una excelente compañía de una francesa que nos pudiera contar un  poco más de su hermoso país.
Qué bien la pasamos!! Probamos quesos de cabra, roquefort (que suena tan distinto cuando lo dice un francés…), camembert, y algún jamón crudo para acompañar. También nos dio una explicación sobre el origen de los vinos que probamos, que al rato no me la acordaba justamente por eso, porque los probé. La velada fue una conjunción de cosas, no sé si fue el vino, la buena onda de nuestra anfitriona, o que Brenda toma dos sorbos y ya se pone así, pero nos reímos mucho (y eso que hablamos de política también) y la pasamos muy bien. Super agradecidos, y siendo nuestra última noche en París, todavía nos queda pendiente ver el show de luces en la Torre Eiffel, así que corremos y corremos, hasta que casi sin aliento, llegamos, cuando se apaga. Ufa, hay que esperar 50 minutos. Mientras dura el efecto del etanol estamos bien, pero en seguida se pasa, y empieza a llover torrencialmente. Por fin!! La torre destella coloridamente!! Es impresionante el espectáculo, y tanto lo que llueve, que apenas termina nos subimos a un taxi ansiosos por zambullirnos en la cama calentita. Oh, oh…una gotera en el “ático” sobre nuestro colchón. Todas las colchas mojadas. Un despliegue sin precedentes para bajar ese colchón por la diminuta escalera caracol (si no fuera que estábamos los 4 colgando del colchón hubiera sacado una foto), para dormir cual gitanos, todos en el monoambiente. Mientras, y marcando el paso, el vecino de abajo golpea el techo para que todos nos vayamos a dormir, como si no quisiéramos. Se hace de día más rápido que de costumbre, nuestros últimos ratitos en París alcanzan para tomar el Batobus, visitar el Centro Pompidou, caminar un poco por Les Marais, y entrar a una panadería que, sin exagerar, era el paraíso. Con un cansancio terrible acumulado de la noche anterior, armamos las mochilas, y nos despedimos de nuestros amigos que seguirán un rumbo diferente. Gracias por estos días hermosos! Nosotros tratamos de subir al metro que nos lleva al aeropuerto. Digo tratamos porque una vez más, nos sentimos como en la estación Congreso a las 6 de la tarde. Pero este es el primer mundo, porque hay un negro con chaleco fluorescente cuyo trabajo consiste en empujar para adentro del vagón a la gente que no entra (mientras grita algo en francés) y cierra la puerta.
Esperamos al subte siguiente ya que contamos con tiempo de sobra. Damiancito está alistado con tanta anticipación que podríamos viajar a otro país y volver antes de tomar nuestro avión. Está bien, prefiero así. Nos espera una larga noche en nuestro vuelo a Atenas!

miércoles, 25 de abril de 2012

Rainy London

Después de un lindo viaje por una aerolínea como la gente, nos deleitamos con las luces que vemos por las ventanas del avión al arribar a Londres. Bren y Dari nos esperan en el departamento que alquilamos para cenar y ponernos al día con las novedades. Pero no va a poder ser por un largo rato, ya que el aeropuerto de Heathrow nos recibe con una cola eterna en la oficina de inmigraciones. Por supuesto que no hay una sola fila. Está la fila de Comunidad europea/Reino Unido versus Resto del Mundo, a la que nos acoplamos durante más de 2 horas y media!!!! Sí, créanlo. Todo el mundo protestando, pero a los tipos no se les mueve un pelo. Eso sí, de a ratitos repartían botellitas de agua. Trato de avisarle a mi amiga para que no se pasen los fideos, pero me encuentro con el celular sin baterías, y sin el cargador (y el adaptador europeo correspondiente). Bingo, y esto recién empieza. Antes de viajar tenía un temor (o llamémoslo pálpito) al que todos llamaban irracional. No quería llegar a Londres de noche. Se rieron de mí, pero la profecía se cumplió, y nos hicieron perder el último subte que nos dejaba en nuestro hogar, el de las 23.45 hs. Por 8 minutos. “Business or vacation? How long? Your previous and next destination.” Toda esa cola para eso, y a pesar de que corrimos con el equipaje como locos por el aeropuerto ya casi desierto, llegamos y el subte se había ido. Un negro de la estación de subte nos dice que es que estaba en el andén era el último, pero que no iba al centro. Nos insiste en que tomemos ese y nos bajemos en Hammersmith. No sabíamos ni qué carajo era Hammersmith, pero insistió en que nos bajemos allí, que nos acercaría y el taxi sería más barato. Corremos porque el tren se va, sin saber dónde catzo estaríamos. Londres tiene miles de líneas de metro, pero al mirar el cartelito, supimos que era la mejor (léase única) opción. Salimos, paramos un taxi (que está buenísimo) y por fin el taxista entendió que queríamos ir a Leicester square. Parece que “Leicester” se pronuncia “leista”. Mi acento británico necesita unos ajustes. Tres horas más tarde de lo imaginado llegamos al departamento. Brenda caminaba por las paredes, y en su cabeza ya tenía armado un algoritmo loco que incluía todos los lugares donde buscarnos y todos los teléfonos donde llamar. Pero conociéndome como nadie, la primera opción que manejaba era mi mala suerte, y se limitó a mandarme mensajes que nunca me llegarían. Saciamos las necesidades básicas (comida, baño, café y escasas horitas de sueño)  para empezar nuestros dos días por Londres.
Debo decir que no iba con demasiada expectativa. Conocíamos algunas cosas de Londres por nuestros libros de inglés: nos sonaba el acento, sabíamos que el tránsito va al revés, que llueve todo el tiempo y que los colectivos son rojos y tienen dos pisos. Pero no nos imaginábamos todo lo que había para hacer, y lo buena que estaba la ciudad!!
Frío y lluvia, pero una lluvia rara. Llueve de repente, y al rato sale el sol, no siempre por supuesto, o por lo menos mientras nosotros estuvimos, no paró de llover un maldito momento (estoy moderando un poco mi léxico)  aunque sea para sacar una linda foto. Y como uno tiene pocos días para pasear, hay que abrigarse y salir. Fundamental, viajero amigo, llevar una buena campera impermeable, paraguas, cubremochilas, ropa térmica y de secado rápido, y calzado adecuado (no como mis zapatillas agujereadas que me arruinaron la mitad de las vacaciones).
La Torre de Londres, una “ciudad” medieval donde viven menos de 30 personas, donde conservan un montón de cosas históricas (como armaduras, armas..) y….las joyas de la corona!!! Por Dios, lo que son esas cosas! Hay que verlo, sin dudas. También hay que pasar por el Tower Bridge (el puente de la torre), el Big Ben (de día y de noche eh!),  Westminster y su abadía, el London Eye (esa vuelta al mundo que aparece en las pelis)  y el Buckingham Palace. Con respecto a éste último, sabemos que su mayor atractivo es el cambio de guardia, para lo cual hay que visitar las páginas de internet porque las guías que uno tiene no siempre tienen la información correcta: conclusión, nos perdimos el cambio de guardia. Impresentables.
Londres tiene de todo, desde negocios de marcas renombradas e importantísimas, hasta mercados que tienen de todo (me quedé con las ganas del Candem Market…para la próxima). Nuestros amigos se aventuraron en unas compras y nos orientaron por dónde hacer lo mismo. Elegimos la calle de las tiendas de electrónica, y Habemus cámara réflex!.
Sigue lloviendo mientras hacemos lo nuestro: caminar y caminar por Picadilli Circus, Oxford street, Regend St. y Trafalgar Square (que es una rotondita con un monumento, resumiendo. )  Y ya que vemos a todos con su vaso de café para llevar circulando por las calles, nos camuflamos y adquirimos el nuestro.
Nos llama la atención que los lugareños parecen no afectarse por la lluvia continua. Visten como gente normal, con polleras, chatitas, y ni siquiera llevan paraguas o pilotos algunos. Se paran en el medio de la vereda para leer un mensaje de texto,  a la vista sorprendida de nosotros cuatro, acobachados en algún techito esperando que pare de llover. Alrededor del Támesis, y con una sensación térmica que roza los 0 grados, les pinta salir a correr. En short y musculosa. Debajo de la lluvia…También pasan por barcito y se toman su cerveza, también parados debajo de la lluvia. Qué necesidad no?
Hay un montón de museos que no llegamos a recorrer. Hay algo genial que tienen estos tipos y es que los museos son gratis. Hay museos de arte, de historia, de ciencias…. Y en nuestro escaso tiempo visitamos el British Museum. Divina la sala dedicada a los egipcios! Las momias, los sarcófagos… Tanto en éste como en el resto de los museos de tooooodos los países que visitamos, nos vemos invadidos por la presencia de esos seres, casi personas diríamos, los alumnos de las escuelas. No los banco más, pero me encanta que puedan estar viendo esas maravillas que tienen en su país. El Tate modern museum es de arte moderno. A ese lo visitamos por fuera porque la lista de cosas para visitar cada vez estaba más llena.
Otro de los buenos momentos: salimos a cenar con nuestro amigo londinense Tim Moss, quien muy amablemente eligió un lugar bueno y barato para probar alguno de sus platos típicos. Pasamos un excelente rato, y volvimos a casa con la panza llena y muy contentos de habernos encontrado. Aprovecho para publicitar su libro!! Se llama: “How to Get to the North Pole:
and Other Iconic Adventures” ( http://thenextchallenge.org/books/) , ideal para quien esté pensando en organizar sus próximas vacaciones en el Polo Norte, o simplemente para quien disfrute de la lectura de algo que nunca va a poder hacer en su vida, en inglés por supuesto.
Con la promesa de volver para seguir recorriendo esta maravillosa ciudad, y después de una noche de sesión fotográfica para captar nuestros lugares favoritos iluminados, nos abrigamos, abrimos el paraguas, y nos vamos a la estación del Eurostar, un tren de alta velocidad (no a la velocidad de la luz, como creyó mi amiga…) que a través del canal de la mancha, nos llevará a nuestro próximo destino: Paris!!!
Contratiempo de por medio, como no podía ser de otra manera. Detector de metales buchonea cuchillo comprado en Toledo de la mochila de Damián. Con su mejor cara de nada, el muy inglés empleado, se calza unos guantes y se dispone a vaciar los 15 kilos del contenido de la mochila, oliendo cada cosa que le parecía sospechosa, por ejemplo, el mate, que llamativamente a esta altura del partido todavía no sabe qué es. Lamentablemente la bolsa de la ropa sucia no llegó a su bulbo olfatorio porque antes encautó el cuchillo, y pidiéndonos muchas disculpas, con ese acento respetuoso pero que te la manda a guardar, nos hizo despachar aparte el cuchillo, abonando la módica suma. Eighteen pounds, dijo el muy hdp. Son 18 libras, que multiplicadas por 7 serían…..más de las que quisiera pagar por llevarme algo que ya es mío. París me recibirá de pésimo humor.

sábado, 21 de abril de 2012

Maravillosa ROMA


 El viaje en tren a 280 km. por hora es placentero, aunque el paisaje lluvioso nos sigue hasta Roma. Nos sigue para quedarse un buen tiempo. Llegamos y el panorama era desfavorable. Las calles alrededor de Roma Termini se parecen bastante a las de Bs . As. Constitución. Qué bajón arrastrar esta valijita por las calles lluviosas, más bajón que cargar esta mochila que, no quiero ser reiterativa, pero la prendería fuego. Caminamos unas cuadras y el panorama fue peor, ya que el supuesto “Bed and Breakfast” que reservamos por internet no aparecía. En esa dirección había un pequeño edificio, viejo y horrible, con un cartel que decía “Guests house” en uno de los pisos, y nada más. Por suerte la puerta estaba abierta, y comenzamos a subir pisos por la horrenda escalera. Entro al supuesto Guests House, donde me atiende un negro diciendo que, el que yo buscaba estaba en la planta baja. Nos  hace el favor de llamar al dueño por teléfono, y nos enteramos  que no estaba, que deberíamos ir a las 2 de la tarde, al horario del supuesto “check in”. Me pateo la cara de traste, pero por lo menos dejamos el equipaje en el sucucho de este negro, con total desconfianza, y nos fuimos a conocer el Coliseo Romano, el Palatino y los Foros romanos.
La lluvia no nos deja en paz, pero es tan increíble estar ahí!! Haber visto estos lugares en los libros de la escuela, y ahora estar caminando por ahí adentro, qué privilegiados nos sentimos… Si habitualmente es difícil sacar una buena foto en un lugar como este, la tarea se complica aún más, ya que a la misma cantidad de gente, hay que sumarle el mismo volumen en paraguas. Los Foros romanos, aún con lluvia, son impresionantes. Esas columnas y arcos gigantescos, esas esculturas perfectamente talladas 500 años AC, esas mega construcciones que quién sabe (bah, por lo menos nosotros no lo sabemos) cuánto  tardaron en hacerlas, impactan a la vista. La lluvia empeora, tengo hambre, estamos mojados y se acerca la hora de volver al “hostel”.
Nos recibe Paolo, a quien no saludo muy cordialmente, menos aún cuando abre la puerta de nuestra habitación y todavía estaba la gente que debería haberse ido 4 hs antes, pero no se fue porque “no había nadie..” Missunderstanding, me dice. Malentendido??? Llegar a un “bed and breakfast” y que sea una casa con 4 habitaciones  y dos baños, sin recepcionista y sin cartel en la puerta (porque “no está permitido”) es un malentendido en Roma. En Argentina se llamaba “el cuento del tío” hace unos años, ahora no sé. Una vez que nos saquemos la ropa mojada, me sentiré menos enojada.
Caminar por Roma es increíble. Uno ve un hueco en una esquina, se asoma, y descubre un espacio lleno de ruinas, columnas y estructuras hechas por los antiguos romanos, así nomás, en el medio de la calle y a la vista de todo el mundo. Uno sigue caminando, y a la vuelta de la esquina se topa con la Fontana di Trevi, enorme, hermosa, y llena de moneditas que tira la gente. Pedimos nuestro deseo y seguimos caminando hacia el Panteón, otra mole magestuosa, con una arquitectura perfecta, y al alcance de todo quien pase por la puerta. Pasamos por el Campo di Fiori, millones de Iglesias como hasta ahora, Piazza di Spagna, Piazza di Poppolo, y cada lugar que aparecía señalado en el mapita.
Dedicamos minutitos a la buena comida, por supuesto. Roma es muy caro, y la oferta para sentarse a comer es vasta. Desde sus pizzas y sus pastas, hasta su tiramisú, que obviamente probamos. También nos dimos una vueltita por San Crispino, la heladería más famosa de Roma, y gracias al consejo de nuestros amigos Marco y Jessica, nos tomamos un riquísimo heladito. También aprovechamos para caminar por su centro comercial, lleno de negocios de las grandes marcar: Louis Vuiton, Prada, Ferrari, Benetton… Las italianas portan unas carteritas que mamma mía. Uno las reconoce por la calle porque siempre están maquilladas, peinadas y arregladas, y Dami las reconocía en particular por sus polleritas con medias largas.
También por las calles te persigues estos sujetos, los inmigrantes de la India, que a toda hora están vendiendo cosas, desde souvenirs de todo tipo (son siempre los mismos made in China), hasta paraguas cuando llueve, y al minuto, lentes de sol cuando deja de llover. No sé dónde guardan su stock, pero lo tienen siempre listo. De noche continúa la venta, y frente al Coliseo ofrecen trípodes para sacar lindas fotos con la cámara, y juegos luminosos. Otra de las curiosidades de Italia, es que la gente entra a los negocios con sus perros. Está bien, la gente suele tener perros normales, tendiendo a pequeños, no como la nuestra, y nos llama la atención que no hay perros de la calle sin dueño, como en Buenos Aires.
Otro de los días es nuestra visita al Vaticano, así que arrancamos yendo en subte. Un quilombo, como en casa o peor. La masa de gente desorganizada, se empuja y se aprieta para entrar a los vagones. No bien señalizado como en España, los carteles pegados en las paredes nos guían en un laberinto donde es imposible perderse, ya que hay sólo una dirección. Dos líneas de subte recorren Roma, imposible equivocarse.
Para entrar al Vaticano se aplican las mismas medidas de seguridad que para el aeropuerto. Harta de pasar por la banda magnética y mostrar las mochilas en cada lugar del mundo, dejamos nuestras pertenencias en el guardaequipaje y hacemos la visita: primero por el museo, donde se exiben esculturas Romanas de cientos de años Antes de Cristo, cuadros de autores famosos, y retratos de reyes. Lleno de  japoneses, acá y en todos lados, que recorren las ciudades y los museos en comitivas de 20 o más personas, todos hacia el mismo lugar, y con pésimos modales y preocupación por el otro. Por una foto son capaces de todo, y a esta altura del partido, trato de evitar los lugares comunes.
La capilla Sixtina, el momento que uno espera durante todo el recorrido. Por supuesto que está prohibido sacar fotos, y piden silencio constantemente dentro del lugar, pero a la gente no le importa ninguna de las dos cosas. La primera impresión es rara. Desde el desconocimiento, yo me imaginaba un lugar más grande, con forma de iglesia, catedral o algo…pero es un lugar de relativamente pequeñas dimensiones, cuadrado. Resulta que le encargaron su decoración a Miguel Ángel, un flaco de 33 años que no tenía mucha experiencia en este tipo de pinturas. Le dijeron “pintá lo que quieras, es para una capilla” “Bueno, dale”, y arrancó. Es fundamental tener una audioguía o hacer una visita guiada, para aprovechar la visita e interpretar los frescos, y ahí es cuando uno se maravilla. Groso este Miguel, tenía clarísima la Biblia y todos los personajes y hechos litúrgicos. Es imperdible, como difícil de transmitir la experiencia. Estar ahí viendo “La Creación”…qué flash…
Y después de esa sacudida a los sentidos, visitamos la Catedral de San Pedro, situada en el extremos de una plaza gigantesca, donde hay una fuente y un obelisco traído desde Egipto hace miles de años. Que cómo lo trajeron? No sé. Comimos unos sanguchitos del super (muy buenos) y nos pusimos en la cola para pasar, obviamente, por la puerta esa magnética que ya me tiene podrida.
La Catedral es gigantesca. Altísima. Lujosa. Y dicen que debajo del altar principal está la tumba de San Pedro. También subimos a la cúpula y luego de más de 500 escalones y sin aliento, accedemos a la vista más privilegiada de Roma. Sencillamente hermoso.
Ya nos vamos despidiendo de esta hermosa ciudad, y yo sigo sin saber cómo pedir un café. El expreso es mini mini, viene en un vasito de 2 ml. más o menos y super concentrado, es un shock de cafeína. El capuccino zafa, pero no es como el de casa. Y el último desayuno mi abstinencia era tal que le pedí un coffee with milk y me hizo un café con leche!!! Aleluya!
De noche, y para despedirnos, nos fuimos a comer unas pastas a una trattoría en Trastevere…un barrio divino, con callecitas empedradas y muchos bares y restaurantes.
Ultimo día, un estrés. Tomar un micro al aeropuerto es como tomar un micro en Retiro. Hacés la cola dos horas, y cuando viene uno, todos los que estaban atrás corren para todos lados, la gente pierde los micros porque no avisan, o no escuchan el llamado, y la verdad que los tanos tienen muy poca tolerancia para el reclamo en ventanilla. Por fin llegamos al aeropuerto, donde vamos a pasar toda la tarde. Que nos para un policía para pedirnos documentos, que no se puede hacer el check in, que nadie me informa cómo hacer el trámite del tax free (“Rid de sains madam!!” me gritaba un oficial de aduana…me reservo los comentarios).
Por fin abordamos el avión de British. Arrivederci Italia!!! Londres nos espera!
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